Esta tecnología permite cultivar en cualquier parte del mundo sin importar las condiciones climáticas externas. La agricultura se transforma en un proceso industrial donde se consigue el control constante del coste, la producción y la calidad.
Producción con un ahorro de agua entre 90-95% con respecto al cultivo tradicional. En la actualidad, aproximadamente el 70% del agua dulce se utiliza para agricultura. Se estima que en el año 2050 este porcentaje podría aumentar hasta el 85%.
Al tratarse de sistemas cerrados y controlados no existe el riesgo de daños provocados por agentes externos o por generación de plagas, por lo que el producto está libre de pesticidas y herbicidas.
“Al mismo tiempo que protegemos el planeta, cuidamos de nuestra salud”.
Al producir en los lugares de consumo o procesado se reducen las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero asociados al transporte. Hoy en día, los alimentos recorren una media de 1500 kilómetros para llegar a nuestros hogares, llegando a perder más del 50% de sus propiedades en los días posteriores a la cosecha.
Actualmente el 40% de la producción no llega al consumidor debido a pérdidas previas y posteriores a la cosecha. En los sistemas de cultivo indoor se aumenta en gran porcentaje la cantidad de producto útil y se obtienen alimentos con mayor vida útil, dado que se reduce el tiempo necesario para que el producto llegue al punto de consumo.
En 1 metro cuadrado de superficie se puede llegar a producir hasta 250 veces más que en un sistema tradicional. Según estudios recientes, para el año 2050 se estima que será necesaria la superficie total de Brasil para suplir la demanda mundial de productos hortícolas
Estos sistemas de cultivo favorecen el desarrollo de ciudades sostenibles y autosuficientes dado que se pueden instalar cerca de los puntos de consumo, puntos de distribución o fábricas de procesado.
